La llegada de la primavera nos recuerda algo esencial: el contacto con la naturaleza tiene un poder sanador que va más allá de lo físico, porque en esencia somos lo mismo que ella Sentir el sol tibio en la piel, escuchar el canto de un pájaro o contemplar cómo se mueven las hojas con el viento son experiencias que reconfortan, regocijan y alivian. Cuando quien vive esa experiencia es un niño en proceso final de vida, el valor del cuidado en un entorno natural redobla su importancia.
En Casa Khuyana sabemos que los cuidados paliativos pediátricos abordan a cada niño en todas las dimensiones que componen al ser humano. Además de aliviar el sufrimiento físico, buscan acompañar la vida hasta su fin con respeto, ternura y dignidad. En nuestro hospice pediátrico, la belleza del entorno natural en el corazón del Valle Sagrado de los Incas es protagonista.
Diversos estudios muestran que estar al aire libre disminuye el estrés, mejora la presión arterial, regula el ánimo y fortalece el sistema inmunológico. Incluso mirar por una ventana hacia un jardín puede reducir la ansiedad y el dolor. No se trata de fórmulas mágicas, sino de algo tan humano como buscar aire, plantas y la luz del sol para sentirnos en paz.
Las investigaciones sobre diseño en cuidados de fin de vida muestran que ambientes amables, con acceso a la luz natural, privacidad y espacios verdes, favorecen la calidad de vida de los pacientes y reducen el sufrimiento. En otras palabras, el entorno también cuida. En Casa Khuyana hemos construido un espacio que luce como un hogar, no como una sala de hospital: los dispositivos médicos no están a primera vista y en los jardines hay flores, sombra y rincones para que las familias construyan un recuerdo.
El aire libre también abre espacio a la memoria. El aroma de una flor puede llevar a un niño a recordar un paseo con su familia, o ver un atardecer puede significar el momento de compartir un cuento. Estos momentos no curan la enfermedad que se encuentra en un estadío terminal, pero reconfortan el alma.
Además, estar en contacto con la naturaleza ofrece un respiro emocional a las madres, los padres, los hermanos y los cuidadores. Y ello es aún más potente en primavera, cuando el estallido de lo que florece convoca la paz, la ternura y la alegría, aún en momentos de despedida.